¿Qué hacer cuando las deudas nos roban la tranquilidad?

Muchos tienen deudas que no saben cómo pagar. Si es su caso, le damos algunas claves para entender qué tan grave es su situación y qué puede hacer.

Por María Alejandra Medina

02 de junio de 2019

Los expertos coinciden en evaluar la posibilidad de acogerse a lo previsto en la Ley 1564 de 2012 / Getty

Los expertos coinciden en evaluar la posibilidad de acogerse a lo previsto en la Ley 1564 de 2012 / Getty

En este espacio hemos habla­do de cómo repartir el dinero que ganamos, cómo organi­zar las finanzas, depen­diendo de la temporada del año o de cambios en las reglas del juego, como una reforma tri­butaria. Sin embargo, siempre existe la posi­bilidad de que algo se salga de control. Ya sea por no medir los gastos con la tarjeta de crédito o por situaciones ines­peradas o complejas –como perder el empleo, una enfermedad o un divorcio–, podemos quedar asediados por las deudas y enfrentar­nos a dificultades para pagar, lo que técnica­mente se conoce como insolvencia.

Luis Benítez, direc­tor de Insolvencia Co­lombia, una firma ase­sora especializada en estos asuntos, es enfá­tico en que cada caso es diferente, no obstante, hay algunas preguntas que usted se puede hacer para saber si está en proble­mas o no.

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Si sus ingresos mensua­les le alcanzan para pagar sus gastos y sus deudas –así como para ahorrar–, según Benítez usted está bien. Por el contra­rio, es hora de sentarse a pen­sar en sus posibilidades si lle­va más de tres meses pidiendo prestado o haciendo uso de los avances de la tarjeta de crédito para pagar otras deudas. Como dice la abogada Andrea Tron­coso, especializada en derecho financiero y comercial, “si abre un hueco para tapar otro”.

Por supuesto, una de las recomendaciones es evaluar si hay forma de reducir gas­tos o salir de bienes o ser­vicios que no necesite para poder encontrar la liquidez suficiente. También, buscar ayuda o asesoría con exper­tos: una firma especializada o un abogado financiero que evalúe su caso en específico. De nuevo: la historia de cada uno es diferente.

Puede que una de las op­ciones sea hablar con los bancos y reestructurar sus deudas; sin embargo, Tron­coso no lo recomienda: segu­ramente implicará aumentar el plazo y, por tanto, el valor de la deuda. Al final, no será lo más beneficioso.

En lo que los expertos coin­ciden es en evaluar la posibili­dad de acogerse a lo previsto en la Ley 1564 de 2012 (en el título IV), que alude a la insolvencia de personas naturales no co­merciantes. Hacen énfasis en el “no comerciantes”, para los que sí lo son existen otras po­sibilidades.

Esta ley permite, si usted cumple determinadas con­diciones, llegar a acuerdos con sus acreedores. Y no solo se refiere a los bancos, sino a cualquier acreedor con el que haya un pagaré. Esto se pone sobre la mesa en un centro de conciliación o en una notaría, para normalizar su situación o, incluso, liquidar su patri­monio, de tal forma que pueda cumplir con sus obligaciones y salir con la frente en alto.

En esto último, insiste Troncoso: manifestar su in­tención y disposición para pa­gar sus deudas es muestra de responsabilidad y dignidad. La abogada hace un llamado a romper los estigmas alrede­dor del tema y a no preocupar­se por el 'qué dirán'.

Según su experiencia, estos problemas son más co­munes en los estratos 4, 5 y 6, en los que la gente, por tener mayores ingresos, también es más susceptible de acceder a productos y servicios finan­cieros o bancarios. “El deudor no es un delincuente, solo está en una situación difícil y nos puede pasar a todos”, señala el experto.

Yahira Guzmán, especia­lista en psiquiatría, afirma en el libro Guía para no es­tar pelado, de Camilo Vega, que las deudas o aprietos fi­nancieros “pueden afectar la estabilidad emocional, dado que la incertidumbre y la fal­ta de recursos para satisfa­cer las necesidades persona­les y familiares, por un lado, alteran la capacidad de deci­sión y, por otro, pueden cau­sar desenlaces relacionados con trastornos de ansiedad, depresión y, en algunos casos desespera­dos, incluso ideación de muerte o suicidio”.

Troncoso, por su parte, sostiene que “al no conocer que existe este salvavidas (lle­gar a acuerdos a la luz de la ley) las personas pueden entrar en situaciones que afectan su parte emocional o física”. Una crisis finan­ciera no solo impacta a una persona sino a todo el entorno familiar y puede conducir a tomar decisiones nefastas, como acudir a los llamados gota a gota, que solo empeora­rán el estrés y las condiciones de seguridad de la persona.

Si usted ha incumplido por más de 90 días dos o más deudas, con dos o más acreedores, entre otros re­quisitos, puede acogerse a la ley. Lo ideal es tomar la decisión más temprano que tarde. Mientras más tiem­po espere, más complicada puede ponerse la situación. La prioridad debe ser pro­teger sus finanzas y su pa­trimonio, pero, sobre todo, su salud.

 

Por María Alejandra Medina

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